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El o la estudiante, por lo tanto, se encuentra en el mismo centro de un modelo que le plantea tener que
desarrollar una serie de actividades que están diseñadas teniendo en cuenta las competencias que debe
adquirir en el contexto del mapa competencial de una titulación determinada.
MARCELO MAINA: ¿En qué medida han cambiado sus visiones y prácticas educativas durante su
carrera?
ALBERT SANGRÀ: No es una pregunta fácil de responder. Yo quizás diría que, más que cambiar, mis
visiones se han ido consolidando a lo largo del tiempo a partir de evidencias que las han ido moldeando
en la realidad. Por ejemplo, a lo largo de mi carrera siempre me han preguntado (de forma retórica,
esperando una respuesta afirmativa) si hay disciplinas y enseñanzas que no se pueden llevar a cabo con
la modalidad a distancia o en línea. Y, a medida que pasa el tiempo, tengo más claro que casi todo puede
enseñarse y aprenderse en línea. Ahora bien, es cierto que eso dependerá del nivel de inversión
económica que queramos o podamos aplicar, y de su necesidad. El uso cada vez más extendido de
simulaciones, o de la realidad virtual, nos pone de manifiesto que casi todo es posible, pero a veces será
muy caro y puede que no sea recomendable o sostenible. Pero posible, probablemente lo es.
Quizás el mayor cambio en las prácticas pedagógicas ha sido darme cuenta que los modelos tradicionales
de educación a distancia, que se basaban en el acceso a los contenidos, han sido superados en cuanto
a resultados de aprendizaje, por modelos en los que la interacción, la colaboración y la co-creación de
conocimiento son más importantes que los propios contenidos, que cada vez son más accesibles. La
importancia creciente de desarrollo de las competencias blandas, de saber qué buscar y dónde buscarlo
y, sobre todo, para qué utilizarlo. Resolver problemas en lugar de acumular información o conocimientos.
Ese creo que es el cambio sustancial en la educación de mi época. Y la tecnología ha ayudado
sobremanera a ello.
MARCELO MAINA: La formación en línea ofrece a los alumnos y a los profesores una gran
flexibilidad. Pone énfasis en su autonomía y la capacidad para regular sus actividades. A la luz de
su experiencia, ¿tendría algún consejo para los profesores, o incluso para los estudiantes, que
actualmente están descubriendo la formación en línea en este contexto de pandemia?
ALBERT SANGRÀ: Indiscutiblemente, la autonomía del estudiante y su capacidad de auto-regulación
son elementos fundamentales para que una persona desarrollo con éxito un proceso de enseñanza-
aprendizaje en la modalidad en línea. Los docentes tienen que ayudar a los estudiantes a desarrollar esas
capacidades: es fundamental que aprendan a aprender, y que sean conscientes de que buena parte de
su éxito depende de ellos mismos, de su propia ecología de aprendizaje y de la iniciativa que tomen para
ser activos, propietarios de su propio proceso de aprendizaje.
Las instituciones tienen que poner a disposición de los estudiantes mecanismos para que adquieran o
incrementen estas competencias, a las que debe añadirse la competencia digital –algo sustancial en pleno
siglo XXI–. La UOC, por ejemplo, desde su creación, ha ofrecido una asignatura obligatoria en todas sus
titulaciones que, específicamente, tenía como objetivo facilitar la adquisición de la competencia digital y
de estudio entre los estudiantes. Era, y es, un instrumento fundamental para garantizar que puedan
obtener buenos resultados en su proceso de aprendizaje.
Por otro lado, a los estudiantes les recordaría algo que probablemente ya saben o intuyen: la educación
no presencial no es “no ir a clase”. Aunque haya modelos, como el de la UOC, asíncronos, que ofrecen
una flexibilidad superior a aquellos que exigen mucha sincronía, es fundamental que ellos se auto-exijan
disciplina y responsabilidad. Una buena organización del estudio y un firme compromiso con los objetivos